jueves, 25 de octubre de 2012

Empiezan en Sant’Egidio las negociaciones para Casamance


Tras intensas consultas, con el fin de permitir el retorno de la paz a Casamance, se han reunido en Roma, con la mediación de la Comunidad de Sant’Egidio, una delegación del Gobierno de Senegal –por mandato del presidente Macky Sall– y una delegación del MFDC –por mandato de Salif Sadio–.

Los coloquios se han llevado a cabo en un clima sereno y constructivo.

Al finalizar el encuentro las dos delegaciones han manifestado su agradecimiento a la Comunidad de Sant'Egidio por los esfuerzos profusos y han decidido volverse a reunir en Roma para continuar sus conversaciones.



La situación

El conflicto en Casamance lleva mucho tiempo activo. A principios de los años ochenta el Movimiento de Fuerzas Democráticas de Casamance (MFDC) empieza su lucha independentista, que pronto se convierte en enfrentamiento armado.

El MFDC pide la independencia de Casamance, región situada al sur de Senegal, del resto del país. En estos treinta años de conflicto se han producido varios intentos de diálogo y negociación entre las distintas ramas del MFDC (dividido en muchas facciones) y el Gobierno de Senegal,  El MFDC lidedrado por Salif Sadió, que encabeza la rama del movimiento más activa en el conflicto, es la que participa actualmente en las negociaciones con el Gobierno de Senegal con la mediación de la Comunidad de Sant’Egidio.

Senegal inicia negociaciones para devolver la paz a Casamance - Fundación Sur

Senegal inicia negociaciones para devolver la paz a Casamance - Fundación Sur

viernes, 9 de diciembre de 2011

Europa vende minas, Europa quita minas

Se llama C3. Pese a su nombre, no es un robot de la Guerra de las Galaxias ni un ordenador o un inocente cartucho de tinta. En realidad, es una mina antitanque. Nació en algún lugar de España pero el caso es que hace unos meses fue encontrada a 15 centímetros bajo tierra en una carretera de la región de Casamance, al sur de Senegal. Sí, allí estaba, esperando que algún vehículo pasara por encima para hacer lo que sólo ella sabe hacer, explotar y llevarse alguna vida por delante.
Lo peor del caso es que C3 no estaba sola. Desde 2008 han sido encontradas en esta región del sur de Senegal, donde viven casi cien mil personas y los niños van al colegio, las mujeres al mercado y los hombres a cultivar la tierra, vender o pescar, es decir, donde transcurre la vida como en cualquier lugar del mundo, nada menos que 161 minas, de las que el 95% son europeas, sobre todo portuguesas, y la mayoría antipersonales, prohibidas desde 1999 por la Convención de Ottawa. Nadie sabe cuántas más están aún escondidas bajo suelo senegalés.

Es un pequeño misterio cómo llegó nuestra amiga C3 a esta carretera que atraviesa la bella Casamance. Las opciones no son muchas, pero ya se sabe qué pasa en las guerras, la verdad es la primera víctima. O bien la llevaron hasta allí los rebeldes del Movimiento de Fuerzas Democráticas de Casamance (MFDC), quienes no dan información de dónde han colocado minas, entre otras cosas porque no lo tienen del todo claro, o bien fue el Ejército senegalés, que niega oficialmente haberlas utilizado.

Hay que recordar que Casamance es desde hace décadas el escenario de un conflicto bélico entre el MFDC, que reclama la independencia de esta región, y el Ejército senegalés, que intenta sofocar la revuelta. Los problemas comenzaron a ser serios a partir de los años 80, pero esta guerra, que ha provocado entre 3.000 y 5.000 muertos, unos 60.000 desplazados, 758 víctimas de minas (la mayoría amputados) y en la que se han visto implicadas de una manera o de otra las vecinas Gambia y Guinea Bissau, no ha dejado de estar más o menos activa desde entonces. De hecho, en los últimos dos años se ha vivido un incremento de la violencia y los enfrentamientos en algunas zonas de la región. El último incidente grave tuvo lugar el pasado 21 de noviembre, cuando diez trabajadores murieron por un supuesto ataque de la guerrilla en Diagnon, a sólo 30 kilómetros de Ziguinchor.

La asociación no gubernamental Handicap-Internacional, creada en los años 80, fue la que se encontró con C3 y sus "amigas", pues está haciendo el trabajo de desminado en Casamance desde el año 2005. Primero comenzaron con un estudio del terreno. De las 3.446 localidades de la región, visitaron un total de 311 que eran susceptibles de que hubiera minas. Finalmente detectaron 149 áreas y 63 kilómetros de carreteras o senderos "sospechosos" en los que comenzó el desminado en el año 2008. En 18 meses han localizado 161 municiones (la mayoría son minas, pero aquí también se incluye alguna granada) de las que el 95% son de fabricación europea. Y es Europa, precisamente, quien financia las labores de desminado en Senegal con una aportación de 4 millones de euros. Primero vende las minas y otras armas, lucrativo negocio, y luego financia su retirada, intentando reparar el daño creado. ¿No es esto una paradoja?

Jean François Le Petit, jefe de misión de Handicap-Internacional en Casamance, explica que cuatro de cada cinco minas encontradas son portuguesas, de un tipo llamado MAP. "Comenzamos con el detector de metales, pero un día nos tropezamos con una mina de fabricación belga, la PRB M35, que es indetectable porque no tiene suficiente metal. La encontramos por el detonador, pero tuvimos que cambiar toda la estrategia", asegura Le Petit. Entonces tuvieron que comprar una máquina de desminado que se maneja a control remoto, la Digger 3, con la que han "limpiado" unos 200.000 metros cuadrados en 18 meses. Eso sí, hombres y mujeres, que también las hay, siguen siendo imprescindibles para dar por despejada una zona.

Los problemas a los que se enfrentan en Casamance son múltiples, según explica Le Petit. Además de la indetectabilidad de algunas minas, está el tremendo calor que deben soportar los desminadores con equipos que pesan hasta 15 kilos y bajo un sol de justicia. También complica las cosas el largo periodo de sequía que sufre la zona, que provoca que el terreno esté cada vez más duro; la abundante vegetación, que debe ser retirada antes de explorar un área; y la falta de información acerca de los lugares donde se encuentran las minas y su gran dispersión.

En este caso, los principales informadores son la propia población. Pero claro. Ocurre que hay zonas "sospechosas" para la gente en las que luego no aparecen artefactos y a la inversa, zonas aparentemente limpias en las que se produce algún descubrimiento inesperado. A veces la lluvia también contribuye a que "emerjan". "En una ocasión pasábamos por una carretera ya desminada en plena época de lluvias y uno de nuestros trabajadores se dio cuenta de la presencia de una mina a simple vista, que había "subido" con la lluvia. Luego encontramos otras tres junto a ella", recuerda Le Petit.

Pese a los evidentes riesgos de este trabajo, el equipo de Handicap-Internacional en Casamance no ha sufrido un solo accidente. "Somos muy rigurosos con la seguridad, con la nuestra y con la de todos", explica el jefe de una misión que también hace labores de información y sensibilización con la población.

Handicap-Internacional nació en los años 80 en Camboya y desde entonces mantiene una constante actividad para ayudar a los discapacitados, "los más vulnerables entre los vulnerables". Actúan tanto en situaciones de emergencia como en la consolidación de servicios para discapacitados, pero su programa estrella es la lucha contra las minas.

Artículo publicado en el blog de El País África no es un país

miércoles, 7 de septiembre de 2011

La costa de Senegal: un ecosistema vital amenazado (1)

JAVIER TEJERA
Senegal25/08/2011
http://www.guinguinbali.com/index.php?lang=es&mod=news&task=view_news&cat=2&id=2201

Según un estudio regional encargado por la Unión Económica y Monetaria de África del Oeste (Uemoa), en 2100 muchas de las ciudades costeras de África occidental, como Dakar, Abidjan o Conakry podrían desaparecer debido a la erosión y al avance del mar.

El estado de conservación de las costas occidentales africanas se presupone una cuestión de Estado para todos estos países, ya que las inundaciones son un problema cíclico que podría incrementarse ante la posible influencia que tendrá sobre las mismas el cambio climático. Si pensamos en un país como Senegal, donde las zonas costeras apenas cuentan con desnivel, podemos hablar de áreas extremadamente vulnerables a la erosión a poco que el nivel del mar suba por los efectos del deshielo en los polos. Más allá de los efectos adversos que eso puede suponer a la pesca, otros sectores como la agricultura también se verían afectados por la influencia de la salinización en las tierras costeras cultivables y la falta creciente de agua dulce.

El Plan Nacional de Adaptación a los Cambios Climáticos (PANA 2006) identifica los sectores más vulnerables en Senegal y propone acciones y estrategias para la lucha contra la salinización de las tierras, la realización de obras de protección de la costa o la adopción de medidas de orden legislativo e institucional. Sin embargo, acciones de este tipo no aseguran el éxito y a veces los mayores peligros de las zonas costeras vienen motivados precisamente por la acción del hombre, que termina por romper más si cabe el equilibrio ecológico de la misma. Este es el caso del Parque Nacional de la Langue de Barbarie, en torno a Sant Louis (norte de Senegal, cerca de la frontera con Mauritania). Es posible que estas 2000 hectáreas de cordones de dunas en la desembocadura del río Senegal, que sirven de área de reproducción para miles de aves, tengan los días contados.

A finales de 2003, con el fin de salvar la ciudad de Sant Louis de las inundaciones provocadas por la crecida del río, las autoridades locales decidieron excavar con urgencia un canal de cuatro metros de ancho a través de la lengua de arena, siete kilómetros al sur de la ciudad. La idea era que el río pudiera desembocar con mayor facilidad en el mar pero, por efecto de las fuertes mareas, el canal no se estabilizó y comenzó a crecer casi automáticamente. Hoy en día, la anchura ha superado el kilómetro de largo, la lengua de tierra está cortada en dos y la fuerza de la marea puede adentrarse sin problema en el río Senegal. Tal ha sido el desastre ecológico y social que la pesca se ha visto afectada, porque las piraguas corren serio peligro al atravesar la zona. Además, los habitantes del pueblo pesquero de Dounba Begei han tenido que abandonar sus hogares por los peligros de las crecidas del agua.

Si seguimos bajando por la costa senegalesa más hacia el sur, nos encontramos con casos similares, aunque en los últimos años hay algunos atisbos de cambio que invitan a ser mucho más optimistas. Tanto el delta del Sine Saloum, al norte de Gambia, como la Casamance, al sur, son zonas de gran valor ecológico y medioambiental. Lo son, fundamentalmente, gracias a los innumerables brazos de agua tupidos de manglares en torno a los ríos Saloum y Casamance. Los manglares son un elemento fundamental para luchar contra la fragilidad del equilibrio ecológico costero, al constituir la frontera entre el mar y la tierra. Precisamente por ello, son áreas con especial sensibilidad a las actividades humanas y a las posibles consecuencias del cambio climático.

Por desgracia, la situación a nivel planetario de estos ecosistemas se ha degradado de forma exponencial en las últimas décadas. Entre 1980 y 2008, 3,6 millones de hectáreas de manglar desaparecieron en todo el mundo, lo que supuso un 20% de la población total. En el mismo período, una cuarta parte de los manglares de las costas de África occidental fueron borrados del mapa, debido principalmente a las grandes sequías que asolaron al África subsahariana en los 70 y 80. El exceso de sal y la ausencia de agua dulce provocaron que muchos manglares murieran, aprovechándose la madera para hacer carbón, construir casas o ahumar conchas y pescados. Por si fuera poco, con los manglares se fue la barrera de protección natural de los arrozales contra la sal, por lo que se tuvo que recurrir a la construcción de grandes diques de contención en Ziguinchor o Affiniam (Casamance).

Soluciones frente a una situación insostenible

El tiempo ha demostrado que estas obras de ingeniería no siempre son la mejor solución, al menos si no se tiene en cuenta el equilibrio inescrutable con el que se mueve la naturaleza. Los diques lograron contener las subidas del mar, pero también bloquearon la influencia de las mareas y provocaron una mayor destrucción de los manglares. Además, la construcción de pistas y carreteras sin dejar un pasaje para favorecer el intercambio entre el agua del mar y del río, necesario para mantener este ecosistema, acabó por acelerar el proceso. La situación en los primeros años de este nuevo siglo comenzaba a ser realmente insostenible, aunque la acción de entidades como Oceanium, un organismo senegalés dedicado a la conservación medioambiental de zonas costeras, ha ayudado en los últimos años a combatir este delicado retroceso.

A partir de 2004, Oceanium ha puesto en marcha una exitosa campaña de repoblación de manglares centrada en el Sine Saloum y en la Casamance. Tras una campaña de sensibilización y formación, la acción ha movilizado a más de 80.000 participantes de 323 pueblos de ambas regiones, concienciados de la importancia de recuperar un hábitat tan fundamental para sus vidas. Más de 36.000.000 de jóvenes manglares plantados sólo en el invierno de 2009 constatan el éxito de una campaña que permite lanzar un llamamiento a los gobiernos del África occidental. Antes de ponerse a construir rutas, carreteras o diques de contención, resulta fundamental otorgarle un papel crucial a la ecología y al equilibrio de la naturaleza, que es sabia y suele actuar en consecuencia. Si medimos el impacto de todo lo que hacemos, probablemente podremos luchar mejor contra las adversidades que se atisban en torno al cambio climático y sus efectos.

domingo, 20 de junio de 2010

Nuestra sede en Casamance

Laguna de Sitokoto, Kafountine, Casamance




La sede de la Fundación Tierra Ibérica en Casamance (Senegal)