lunes, 14 de junio de 2010

Esculturas de tierra africana


Elpais.com 14 de junio de 2010

Seni Awa Camara logra en Europa el reconocimiento que se le niega en Senegal - Una galería bilbaína expone varias de sus obras

Seni Awa Camara trabaja el barro con el que da forma a sus esculturas descalza y sentada en el suelo de su casa de Casamance (Senegal), rodeada de los nietos descendientes de la relación de su marido con otra esposa. Los instrumentos que emplea no son más que desechos: el eje de una vieja cámara de fotos, por ejemplo, le sirve para marcar los ojos en sus obras. Del barro surgen figuras inquietantes en las que se mezclan las formas tradicionales, la evocación a los espíritus y las referencias contemporáneas. Sus pequeños monstruos, por ejemplo, viajan en motocicleta.

Una vez concluye la labor con las manos, sus piezas ni siquiera acaban en el horno. Se cuecen en grandes hogueras al aire libre, y allí permanecen hasta que se enfrían. Sus familiares las rescatan de las cenizas, como hacían los alfareros del Neolítico.

Las piezas de Seni Awa Camara, sin embargo, escalan posiciones cuando llegan a Europa. Los precios de las esculturas que expone actualmente la galería Kalao, en Bilbao, oscilan entre los 1.000 y los 8.000 euros. Sus obras formaron parte de la exposición 100% África, en la que el Museo Guggenheim Bilbao reunió a una selección de artistas contemporáneos de ese continente. Las obras pertenecían al coleccionista de origen francés Jean Pigozzi. En Italia se está preparando una antológica de su carrera que se inaugurará el próximo mes de octubre.

En Senegal, donde la artista nació hace unos 65 años ¿la fecha exacta no se conoce?, Seni Awa Camara es una mujer pobre, con la salud maltrecha y sin ningún reconocimiento. El galerista que expone su obra en Bilbao, Jesús Ahedo, comprobó que el Museo Nacional de Dakar cataloga dos pequeñas piezas realizadas por ella como "artesanía de Casamance". "Tiene conciencia de ser artista y lamenta que nadie en Senegal le ayude", explica Ahedo.

La exposición en Kalao (Henao, 18. Hasta principios de agosto) suma una veintena de obras, pertenecientes a los coleccionistas franceses Erwan Le Dieberder y Anne Bataï.

Seni Awa Camara aprendió la alfarería de su madre cuando sólo era una niña. "Su obra es un híbrido surgido de la creación ancestral de esculturas en terracota para el culto y la moderna expresión de carácter popular", apunta el galerista. Heredó las tradiciones y las creencias del pueblo wolof y, al tiempo, permanece atenta a los hechos de la vida cotidiana, en la que tiene especial protagonismo la mujer. Los rostros distorsionados de sus figuras reflejan, según la artista, la indiferencia hacia los antepasados.

En su forma de entender la escultura late algo más que los secretos del oficio que le transmitió su madre. Ella cuenta que se adentraba en los bosques de Casamance con sus hermanos. Allí, dice, los espíritus les enseñaron a trabajar la arcilla.

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